viernes, 25 de mayo de 2018

EL CALOR

     Nunca llegué a saber cómo puede acabar esposado a las rejas del oxidado cabecero de forja mejicana de aquel motel de Los Ángeles. Solo sé que firmé, tuve mucho calor, y no recuerdo más...Tenía intenciones de escapar, como todo aquel que se siente prisionero de algo o de alguien, pero lo que más me preocupaba en ese momento era conseguir el bolígrafo con el que había firmado. Nunca quise ser espía ni cosa parecida. Solo quería estar tranquilo, vivir y dejar vivir, disfrutar de esos pequeños placeres de la vida que son los que nos llenan en el fondo el corazón. Pero no pudo ser. Han pasado diez años y aún sigo aquí, anclado en la vieja mecedora de la vieja explotación tabaquera de County Crawford, literalmente a la otra punta de mis recuerdos, mejor dicho, del  país. Y aquí sí que hace calor...